martes, 15 de julio de 2014

British Summer Time: Black Sabbath & Crazy Horse

 Los últimos dos fines de semana tuvimos el privilegio de asistir al festival BST en Hyde Park, y de vivir, entre otras cosas, lo que seguramente sea el último concierto de la historia de Black Sabbath.
 También tuvimos la ocasión de romper de nuevo la maldición que años atrás nos había perseguido en cada intento de ver a Neil Young, y disfrutar de Crazy Horse por segunda vez en el plazo de un año.
 Pero con todo esto, no sería honesto de mi parte si no relatara la experiencia explicando por qué, a pesar de los dos tremendos conciertos, me ha quedado un poco de insatisfacción después de todo ello.
 Será que soy un poco inconformista y que me gusta buscar la perfección en los grandes momentos.

 Empezaré diciendo que el que no haya estado en un concierto en U.K. no sabe lo borrico que puede llegar a ser el público aquí. Esto es para verlo.
 Cuenta la leyenda que durante los 80' y 90' en España también se llegaron a vivir los conciertos con demasiada efusividad. Pero como yo eso no lo llegué a conocer, lo que tuvimos que vivir aquí el día de Black Sabbath no lo había visto en España en mi vida.
 También es verdad que en U.K. es distinto de lo que cuentan que pasaba en esa España de hace 30 años. Aquí las botellas y la "violencia" no llegan al escenario, se quedan solo en la masa de público asistente.
 El problema es que si a esto le añades que es un festival en Hyde Park, con las entradas agotadas (unas 50.000 personas según la organización, según mi experiencia personal 200.000 por lo menos), porque Black Sabbath no habían parado de anunciar que este sería su último concierto para siempre, donde la gente llevaba cociéndose con alcohol al sol desde las dos de la tarde, y el pequeño detalle de que aquí parece que los fines de semana necesitan descargar la tensión de llevar el bolígrafo incrustado en el culo el resto de la semana... Pues no fue el ambiente más adecuado para disfrutar del gran concierto del día, la verdad.

 Durante las horas de Motörhead, Faith No More y Soundgarden, los incidentes se pudieron ir sobrellevando, a pesar del amor que tienen en este país a los pogos que te los lían hasta en las canciones lentas más insospechadas (hablo de Black Hole Sun, de Soundgarden), y a pesar también de la lluvia constante de botellas de plástico (de agua o vino) y de minis de cerveza que, en ocasiones, pueden no ser de cerveza precisamente. Según nos han comentado, aquí eso es una práctica habitual.
 Pero cuando llegó el gran momento la cosa se intensificó. Todos querían estar los primeros, y la mayoría, que iba bastante perjudicada ya, entraba en el último momento sí o sí, por encima de quien fuese. Así que hubo que retroceder para poder respirar.

 En cualquier caso, nuestra posición final no habría estado tan mal si la organización del festival hubiese hecho las cosas como es debido.
 El sonido fue tremendo, el grupo sonó como un trueno y Ozzy lo dio todo. Pero la imagen que nos llegaba desde las pantallas a ambos lados del escenario era esta:
  ¿Dónde está Ozzy? Siiiiiii... Detrás de la torre de altavoces que la organización montó en el escenario justo por delante de las pantallas gigantes... ¡Olé sus cojones!
 Así que, siempre que el cámara centraba la imagen, solo veíamos a Ozzy de cuello para abajo.
 Cada vez que se movía de un lado a otro del escenario, tú intentabas seguirle con tu cabeza y cuando ya le pillabas ¡pumba! El cámara centraba la imagen de nuevo.
 Eso si, el concierto fue tremendo. Es increíble que el Sr. Osbourne, gracias a todas sus tonterías habituales en el escenario, no aparenta la edad que tiene ni lo machacado que debe estar.

 Afortunadamente, la organización se dio cuenta del error y en los días posteriores reajustó la imagen para que la torre de altavoces no estorbara a los monitores. Pero el día de Black Sabbath, el único día que necesitamos mirar a la pantalla, nos hicieron bien la puñeta.
 Aún así, vuelvo a repetir, el concierto estuvo genial. En ningún momento pareció que fuese a ser el último concierto de su vida, no ofrecieron nada especial o diferente por serlo, pero sonaron impecables.

 La semana pasó y llegó el turno de Neil. Para mi, el concierto de este año.
 Que muchos pensarán cómo puedo decir esto habiendo visto una semana antes la despedida de Black Sabbath pero ¿qué quereis que os diga? Si yo con Crazy Horse no puedo ser racional. Pero por otro lado, es que dieron un concierto mucho más sorprendente, aunque les faltara una.

 Ese día se presentó bastante más tranquilo en cuanto a la audiencia que había poblado el parque. Hubo menos gente y la que hubo fue en otro rollo totalmente distinto. La tarde había transcurrido con el sonido de grupos bastante relajados y la gente disfrutando de un día de picnic por toda la explanada del festival.
 Finalmente llegó el turno del segundo cabeza de cartel del día, The National, un grupo bastante popy que aquí ha tenido mucho éxito, por lo que ví, entre las nuevas generaciones y las Juventudes Hipsterianas.
 No sabemos muy bien por qué, pero la gente lo vivía intensamente con cada canción, y a los fans de Neil Young se nos podía detectar fácilmente porque asistíamos estupefactos, sin ni siquiera pestañear, a la alegría colectiva de los jóvenes que se encontraban viendo a este grupo. No entendíamos muy bien dónde estaba ese sentimiento tan fuerte en esas melodías tan insulsas. Bueno, por lo menos para nosotros. Igual se debió al vino.
 De hecho, en uno de los momentos, nos miramos y comentamos que si a estos niños ese grupo les estaba pareciendo la hostia, cuando saliesen los viejetes que venían detrás lo iban a flipar con la caña que iban a meter.

 El caso es que no quisiera meterme mucho tampoco con estos jóvenes, ya que ese día me hicieron el mejor regalo del mundo.
 Al acabar el concierto de The National, se fueron todos para afuera cual estampida, imagino que a cenar, beber, aseos, etc, y yo, habiendo llegado a Hyde Park solo hora y media antes del gran concierto del día, fui escalando puestos hasta colocarme prácticamente delante, y pude disfrutar del show de Crazy Horse desde una posición privilegiada en esa inmensidad de explanada.
 Por eso, desde ese día, mi amor incondicional a las Juventudes Hipsterianas. Y mis deseos de poder compartir muchos más festivales con ellos.

 También ayudó bastante a esta deserción el hecho de que mientras esperábamos para que comenzara el concierto de Neil se pusiera a llover, nada de importancia, una nube pasajera de diez minutos que hizo que se "limpiara" aún más el ambiente. No todo el mundo estuvo dispuesto a aguantar el chaparrón porque tampoco en ese momento debían de ser conscientes de lo que iban a ver.

 Lo que me llamó mucho la atención fue que mucha gente, a pesar de estar aún apretados entonces, empezó a abrir los paraguas. Si. Aquí te dejan meter un paraguas en un festival. No lo consideran un arma de agresión como en otros sitios y no te lo requisan a la entrada. Fue curioso.
 Además, menos mal que dejó de llover a tiempo y la gente los guardó, porque si no, no habríamos podido ver nada y entonces si que más de uno habría acabado con el paraguas incrustado en alguna zona de su anatomía.

 Afortunadamente escampó y Crazy Horse, con el tio Neil, salieron a darnos lo suyo, como solo ellos saben, y el set list, como siempre, fue una auténtica sorpresa improvisada.
 Entre las perlas que tocaron para nuestro gozo, tengo que resaltar Barstool Blues, una canción del Zuma que no tocan nunca, y que a mi me encanta berrear siempre por casa a los cuatro vientos, por lo que me dieron una gran alegría, así como Down By The River, que tampoco la sacan nunca a escena, y que fue un privilegio poder escuchar en directo. Además esta última se la dedicaron a su colega Billy Talbot, que no pudo estar con nosotros porque hace dos semanas sufrió un derrame cerebral leve y se está recuperando.
 Sin duda el concierto fue mejor que el que pudimos presenciar hace ahora un año cuando vinieron presentando el Psychedelic Pill. Ya que en esa ocasión, a pesar de que el nuevo disco era increíble, no dejaba mucho hueco en directo para los grandes clásicos que, al ser nuestra primera vez, queríamos escuchar.

 Aún así, a pesar de haberles podido ver por segunda vez, todavía me sigue faltando una más, aquella en la que por fin me toque a mi la china de poder ver en directo a Neil Young & Crazy Horse tocando mi canción favorita en el mundo, que no es otra que Like a Hurricane. (Aquí la enlazo con el video del Rust Never Sleeps, que para quien no lo haya visto, es para verlo).

 ¿Cómo puedo tener este gafe encima? No lo sé. Pero haber visto a Crazy Horse dos veces y quedarme de nuevo esperándola me pesa cada día más. Porque ya no sé si podré conseguirlo. Espero que si, que a la tercera tenga esa suerte. Ahora me queda rezar para que pueda haber una tercera, que los planetas se alineen, esten los cuatro sanos y por fin suceda.

 Y no es que no la estén tocando, no. En cada concierto, se monta el escenario y se cuelga el órgano junto a los focos, y ahí se queda, hasta que llega el momento de esa canción y desciende para que Frank "Poncho" Sampedro haga su parte con él.

 Para los que no sabéis de lo que hablo, aquí dejo la foto.
 En cada concierto, lo traen, lo montan, lo suben, y ahí espera durante todo el show. Pero las dos veces que les he visto, ha estado y al final, nada. El concierto ha terminado sin más.
 Entonces lo bajan, lo desmontan, lo guardan, y hasta la próxima.

 Así yo estuve todo el concierto mirando hacia arriba a ver si bajaba entre canción y canción, pero nada. Y al acabar, a guardarlo.
 Se ve que el pasado sábado no tenían el día tampoco para esta canción.
 Pero yo no perderé la esperanza hasta que lo consiga. Esto se ha convertido en una auténtica obsesión.





 Por este motivo, el mejor concierto de Crazy Horse, con el que ni habría sido capaz de soñar, solo pude disfrutarlo mientras duró. Después, en el recuerdo me ha quedado esa sensación de inconformismo.
 A pesar de todo, qué grandes son y cómo les quiero.



 En próximas entradas, prometemos más cosas positivas. See you soon. As soon as possible.