Entre el telonero de
lujo Adam Cohen, digno heredero de los talentos de su padre, y el excéntrico
cabeza de cartel Rufus Wainwright, al que no le importa nada acabar siempre
alardeando de su plumón de primera calidad, se creó un ambiente entre famliar y
excepcional que nos hizo disfrutar al máximo.
Tanto nos gustó, que
salimos de la Riviera
rememorando a qué conciertos habíamos ido en el año porque éste era gran
candidato para convertirse en el mejor de 2012.
Con Rufus siempre hay
que tener en cuenta el factor sorpresa. Sabes como empieza pero nunca sabes
como va a terminar. Para muestra un botón:
El dios Apolo y su bacanal -Fotos cedidas por Poisonthebest-. |
Eso, junto con su
música de calidad, hace que se meta a la audiencia en el bolsillo con tan solo
un chasquear de dedos.
Es indudable que con
este señor se acierta siempre. Buenas canciones, mucho talento y un toque
festivo ideal.
A todo esto hay que
añadir la sorpresa de llevar de telonero a Adam Cohen, quien poco a poco, y con
calma –porque se está tomando su carrera musical con tranquilidad-, nos va
demostrando que tiene bastante más talento y encanto personal que solo un
apellido.
Sus canciones son
buenas y él tiene el magnetismo justo. No puede ser más agradable. Además de
ser un gran showman, demostrándolo con sus gracias, contadas en español para
nuestro deleite, entre canción y canción.
Así nos puso al tanto
de su estrecha relación con Rufus, unidos por un vínculo de sangre, y nos
comentó que él era hijo de un personaje muy famoso de Montreal, de ¡Celine
Dion! –Siempre está con coñas sobre esto-.
El hombre tiene muchos
talentos y no entiendo por qué no se ha prodigado más por aquí. Esperemos que
vuelva pronto.
Por otro lado, está
la comparación con su padre que es inevitable. Pero a mi me resultaron más
curiosos sus parecidos en las pequeñas cosas, como esa manía que tienen los
Cohen de presentar a TODO el grupo. Presentan hasta al apuntador, después de
los músicos, ingenieros de sonido, ingenieros de luces, etc… Se ve que le han
enseñado bien desde pequeño.
Además está su gran
parecido físico. Es como el Leonard de los 70’. Lo que se hacía un poco raro a veces al
mirarle a los ojos.
En resumen, si lo que
vimos de Rufus y Adam la otra noche es el “estilo canadiense”, yo me apunto ya
para siempre.
De hecho, Rufus
Wainwright volverá en Julio para un concierto en el Teatro Real con orquesta y
estoy pensando en prostituirme para coger una buena localidad.
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