lunes, 31 de octubre de 2011

Historieta 2: De cómo nos fuimos a Lisboa a ver a Neil Young y acabamos viendo a los bomberos


Dicen que hablar de las cosas ayuda. Yo personalmente pienso que a veces es mejor enterrarlas en lo más profundo de tu cabeza y esperar que los recuerdos no vuelvan a atacarte con ellas.
Pero afortunadamente para vosotros, esta vez no es el caso. Porque esta historia, desgraciadamente para nosotros, es una de nuestras mejores anécdotas, por lo menos de las que más éxito han tenido entre conocidos y amigos, que no llegaron tampoco a entender hasta qué punto pudimos llegar a estar jodidos, y es digna de volver a ser contada.
Lo que si es cierto es que, al pasar el tiempo, nosotros también fuimos capaces de poder reír con ella, aunque la espinita aún la llevemos clavada. Porque el dolor se lleva por dentro.
Os presento la fábula de cómo nos fuimos a Lisboa a ver a Neil Young y acabamos viendo a los bomberos.

Creo que fue en el verano de 2008 cuando decidieron traer al Rock in Río Arganda del Rey (que no es Rock in Río Madrid, por mucho que se empeñen), a escasos 5 Km de mi casa, al mejor artista del siglo XX -después de Picasso-, a Neil Young.

Pero nosotros en ese momento pensamos que sería un asco ver a Neil en ese macro festival. Horas de espera para estar en las primeras filas y tener que tragarnos a los grupos anteriores, de niveles dudosos y para nada santos de nuestra devoción, ni de la de cualquier persona con dos orejas.

Así, mientras que seguíamos dudando en si ir o no, nos enteramos que un mes después actuaría en un festival portugués, de un aforo mucho más asequible, en el Optimus Alive. Que para nosotros se convertiría después en el Optimus Disaster. Por lo que decidimos montarnos unas vacaciones a Lisboa de una semana con la intención de pensárnoslo mientras tanto, para ver si al final íbamos a ver a Neil a este festival.

Total, antes o después querríamos hacer las dos cosas, pues así matábamos dos pájaros de un tiro. El problema fue que al final las perdices escabechadas fuimos nosotros.

Lisboa y alrededores no nos gustó nada, todo viejo y sucio. Tan solo el barrio de Belem con los Jerónimos nos cautivó. El único lugar donde apetecía quedarse. Junto con la Capela dos Ossos de Évora, que es espeluznantemente bella.

El resto de sitios que visitamos estuvieron bien, pero tampoco nos pareció que se merecieran un monumento. Más bien el monumento habría que hacérselo a aquellos que tienen los huevos de meterse al mar en Portugal, porque eso no es agua, es nitrógeno líquido ¡Pero qué frío está el océano!

Total, una semana de viajes en coche por toda la región y de repente llegó el sábado, el gran día.
Desde el hotel había un servicio de transporte hasta el mismo sitio donde se celebraba el festival.
Pero la tragedia comenzó al saber que en el hotel también había piscina y jacuzzi y parecernos una buena idea matar la tarde a remojo hasta que llegara la hora de salir.

Hasta este momento había sido una semana larga y a ratos aburrida, haciendo un poco de turismo. Una semana que estuvimos perdiéndonos por Portugal matando el rato esperando a que llegase el fin de semana y poder ver a ese semidios de la música.

Una semana por Mérida, Évora, Lisboa, Sintra, Cascais, Estoril, etc... Y tan campantes, una semana.

Una puta semana haciendo el moñas por ahí cuando, a falta de dos horas para irnos al festival, tan solo cuatro horas antes de que Neil hiciese su aparición, a mi acompañante le da un tironcito en la espalda, que se fue convirtiendo en un tironazo y acabó siendo un lumbago de lo peor.

Por lo que nos quedamos sin poder ir al concierto, tirados en la habitación del hotel, tirados en un pueblucho a las afueras de Lisboa, tirados en un país extraño, sin tener ni zorra de portugués ni forma humana de volver a casa, y sin ver a Neil.

Pero peor que dejar de ver a Neil fue quedarnos sin forma de volver a casa. Ya que dos personas emprendimos el viaje en coche hacia Portugal, pero solo una de ellas tenía carné de conducir y, efectivamente, esa no era yo.
Y lo que es mejor, el hotel sólo lo teníamos esa noche...

¿Se puede nacer con más mala suerte? Si, se puede.

Cuando ya asumimos la situación en la que nos encontrábamos y habíamos decidido resignarnos y ver cómo se levantaba mi acompañante a la mañana siguiente, nos encontramos con que en un canal portugués estaban retransmitiendo el festival -igual que hicieron en España con el Rock in Rio- y que por lo menos podríamos ver el concierto por la tele mientras mi acompañante se retorcía de dolor y yo lamentaba nuestro destino.

Nos chupamos a tooooooodos los grupitos previos y cuando dieron paso a Neil Young la retransmisión acabó. No podían emitir ese concierto. :O

Boquiabiertos nos quedamos dentro de nuestra desesperación previa y esperando que mañana fuese otro día. Pero ese mañana fue aún peor.

Mi acompañante estaba tirado tieso en la cama sin poder moverse y yo tuve que bajar a la recepción del hotel a contarles lo que nos había pasado y a pedirles que llamasen a una ambulancia para ir al hospital.
Pero mira tu por donde lo que nos enviaron fue a un bombero que trabajaba pluriempleado en el hotel para que viniese a hacer una primera valoración de los daños - como los peritos de seguros cuando te la pegas con el coche o se te rompe la caldera- ¿?
Viendo que realmente no había otra, llamó a una ambulancia, una ambulancia de sus compis los bomberos, para que nos trasladasen a urgencias.

Y en el hospital ya fue otra historia. Con los portugueses, que hablan menos inglés que nosotros, resultó entretenidísimo hacernos entender. Pero cuando finalmente se hubo diagnosticado que era lumbago a mi acompañante le chutaron una banderilla de no se muy bien el qué, que luego le mantendría cierta parte de la pierna dormida durante los dos meses siguientes y que todavía a fecha de hoy no sabemos si sigue padeciendo algún síntoma secundario por ello.

Después de eso, como no nos entendían, a él le dejaron tirado en un pasillo en una camilla, para ver si cuando se diesen la vuelta se había ido andando solo y había desaparecido por arte de magia, y a mi en un pasillo con carteles que parecían poner que no debía estar allí sin darme la más mínima noticia.

Finalmente, me indicaron que mi acompañante me esperaba en la puerta con el alta en la mano y que podía ir a recogerlo, -como si de un paquete postal se tratara-, y llevármelo a casa -qué ironía- previo pago, eso si, de la factura médica correspondiente a las atenciones recibidas.

No hace falta que cuente, ya se supondrá -somos nosotros-, que siempre que hemos salido al extranjero nos hemos hecho antes la tarjeta sanitaria europea por lo que pudiera pasar. Bueno, siempre no, casualmente esta vez no la llevábamos. Así que la broma estuvo en torno a los 160 euros. Que yo pienso si aún debo dar gracias de que esto nos pasase en Portugal (Europa) y no en Estados Unidos, donde igual me habría tenido que quedar residiendo y ejerciendo la prostitución unos añicos hasta haber podido sacarle del hospital.


Y en este momento una única persona en todo ese país de locos fue amable conmigo, sin tener por qué me ofreció su ayuda. Qué cara de júbilo me vería una chica que había por allí que, sin tener nada que ver, me prestó su móvil y me ayudó a llamar al hotel para decir que nos guardasen la habitación por un día más. Porque, por su puesto, a mi móvil el servicio de roaming o roming o su put... se le fue en el momento que más lo necesitaba.
Una chica fue amable conmigo en Portugal. Gracias, donde quiera que estés.

En el hotel me dijeron que por esa noche valía, pero que ellos necesitaban esa habitación. Vamos, que no nos acampásemos allí una semana porque tenían una demanda y les hacía falta. Y nosotros si, claro. Como si pudiésemos acamparnos en un hotelazo de 4 estrellas con servicio de aparcacoches y todo durante una noche más.
Porque nosotros habíamos reservado la habitación a precio de booking... Pero su precio real, que habríamos de pagar esa noche, era tres veces más. Por lo que encima volveríamos perdiendo dinero también –a parte del dinero de las entradas que ya ni nos dolía, porque lo único que queríamos era dormirnos y despertar en casa-.
Finalmente la gente del hotel también se portó, porque al día siguiente cuando ya pudimos irnos y fuimos a pagar vimos que esa noche habían decidido respetarnos el precio por el cual nosotros habíamos reservado las noches anteriores en internet, y no cobrarnos lo que realmente nos deberían haber cobrado. Muchas gracias a los del hotel también, donde quiera que estén. Entenderán que después de todo esto nunca volvamos por allí, pero gracias.

La forma en la que conseguimos volver a casa me la ahorraré de lo triste que me parece, pero diré que nosotros dos seguíamos sin poder conducir pero en nuestro coche volvimos.

De estas cosas que solo nos pasan a nosotros siempre procuro sacar algo bueno, una lección a aprender o una moraleja graciosa. Pero después de tres años, a esta historia sigo sin vérsela por ninguna parte. Tal vez vosotros podáis indicarme cual es.

Por el momento, nosotros seguimos con la espina en el corazón que solo nos quitaremos cuando al fin consigamos ver a Neil Young en directo. Y cada mañana rezo porque no decida dejar este mundo antes de que eso suceda.

2 comentarios:

  1. Me descojono Vane. Es una historia buenísima. Eso si, referirte a Raulete como tu "acompañante"....no sé, churri, maromo, mi hombre.....
    Seguiré leyendo. Salu2.
    ¿te has enterado la que estamos liando contra hard rock cafe madrid? fllow us

    ResponderEliminar
  2. 1.- No quiero quitarles las esperanzas a mis fans.
    2.- Si. La Liga de la Justicia por un mundo donde puedas tomarte un chupito en el Hard Rock sin que te sangren... Un mundo nuevo y mejor, sin duda :)
    3.- No, en serio. Me parece muy bien, yo habría hecho lo mismo. Qué sinvergüenzas.

    Que el mundo lo sepa. Si cenas en el Hard Rock café de Madrid y después te pides un chupito ¡Te cobran 8,05 por el mismo!!!
    Hay muchos tipos de ladrones.

    ResponderEliminar